Tendría que comprender
que el día termina en un chorro de agua turbia que elimina el rastro de toda
nimiedad. Tendría que obligarme a comprender que en algunas personas se
envuelven los recuerdos y el sabor a otras personas, porque debe haber tacto
para todas las cosas delicadas que sólo pueden definirse u otorgase si hay
conciencia respecto al tiempo y la vida. Tendría que obligarme a saberme
absurda constantemente, a mover la cola, a maullar o a distraerme con
frecuencia; para dotarme (suavemente) de aquella hermosa capacidad de olvidarlo
todo. Incluso aquello con lo que no nací. Tendría que hacerme la tonta, la que
se durmió y se despertó averiada, la que ha perdido la cordura, la gorda del
quinto, la que nunca dice nada. La que nunca dijo cómo, nada de nada. Quisiera
tener pocas razones para enmarcar las paredes con mi queja, como para
sectorizar los que no me agradan de los que me agradan en exceso y prolongar mi
estancia en otros lugares como por pura estrategia. Para que todos me quieran y
algunos me odien con exceso para variar un poco la causa. Pero sé cuándo les
gusta creer que es con ellos. Me preocupan las casas y los bultos temblorosos
que se ven pasar cuando el carro va andando; se diluyen en las ventanas
solitarias en el regazo de los animales salvajes que alguna vez fueron mi
cuerpo. Creer que el tiempo ha sido siempre inexorable de sí, me ha salvado de
una gran desilusión y sin embargo estoy agradecida.
Que suceda lo inevitable aunque la ira sea medida por mi lucidez y no por cómo vivo y aunque resulte molesto, esta bola torpe no sabe referirse a los recuerdos más que por desecho; es el polvo esparcido a través de las grandes historias por toda la vida.
1 comentarios:
Que suceda lo inevitable aunque la ira sea medida por mi lucidez y no por cómo vivo y aunque resulte molesto, esta bola torpe no sabe referirse a los recuerdos más que por desecho; es el polvo esparcido a través de las grandes historias por toda la vida."
Cierto!!!!!!!!!!
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