4.2.13

Bulbul.

Me resulta confuso encontrar tus iniciales en una sopa de letras;
porque le huyo constantemente a tu recuerdo
a tus gafas y a tu sonrisa
le huyo a tu boca, a tu lengua de animal
redondo
peludo
gordo de pena
maullo para que vuelvas y me salves
maullo para que me respondas con despecho, para saber que vives ermitaño
y adivinar de qué tamaño me odias
maullo, para que respondas
como los osos
para que cese tu llanto
y tus patas se vuelvan redondas,
como los días
maullo, porque antes de rezar maullo
y siempre me hizo falta un animal que me rascara la panza
y me sacara pulgas;
una necesidad casi permanente
que me hace recurrir al recuerdo,
al tangir de la memoria que te guardo.
Veo venir tus quejas, porque
aún no hago cosa que te haga bien;
Pero te di una libertad que pudiste morder de mi pelo, unos rizos
de mis pasiones
mis alas (ena)moradas
y los niños que quise.
Ven, ya crece conmigo;
es que te me haces cada vez más lejos
pero estás ya casi tan peludo como te dejé
y me emociona
me enternece,
porque no me posees
sino me poeses.


1.2.13

Traigo polvo del camino.

   Tendría que comprender que el día termina en un chorro de agua turbia que elimina el rastro de toda nimiedad. Tendría que obligarme a comprender que en algunas personas se envuelven los recuerdos y el sabor a otras personas, porque debe haber tacto para todas las cosas delicadas que sólo pueden definirse u otorgase si hay conciencia respecto al tiempo y la vida. Tendría que obligarme a saberme absurda constantemente, a mover la cola, a maullar o a distraerme con frecuencia; para dotarme (suavemente) de aquella hermosa capacidad de olvidarlo todo. Incluso aquello con lo que no nací. Tendría que hacerme la tonta, la que se durmió y se despertó averiada, la que ha perdido la cordura, la gorda del quinto, la que nunca dice nada. La que nunca dijo cómo, nada de nada. Quisiera tener pocas razones para enmarcar las paredes con mi queja, como para sectorizar los que no me agradan de los que me agradan en exceso y prolongar mi estancia en otros lugares como por pura estrategia. Para que todos me quieran y algunos me odien con exceso para variar un poco la causa. Pero sé cuándo les gusta creer que es con ellos. Me preocupan las casas y los bultos temblorosos que se ven pasar cuando el carro va andando; se diluyen en las ventanas solitarias en el regazo de los animales salvajes que alguna vez fueron mi cuerpo. Creer que el tiempo ha sido siempre inexorable de sí, me ha salvado de una gran desilusión y sin embargo estoy agradecida.
   
   Que suceda lo inevitable aunque la ira sea medida por mi lucidez y no por cómo vivo y aunque resulte molesto, esta bola torpe no sabe referirse a los recuerdos más que por desecho; es el polvo esparcido a través de las grandes historias por toda la vida.