24.3.13


     Te advierto que una vez por poco atropello tu recuerdo y muchas otras veces quise agredirlo lentamente. Quise censurarte, yo que no tolero los tapones de boca. Que no me gusta que me ataquen el desconsuelo cuando estoy silente. Que me arrugo cada vez que me tropiezo con escalones flexibles. A veces me sorprende la facilidad con la que describe su intimidad, porque una cosa son las habitaciones vacías y otra muy distinta son los cuerpos que se habitan. Yo, en mi muy personal opinión, creo que el futuro es un monstruo perfecto, una ligera capa que nos divide de una eterna identidad, o de todo lo contrario. Eventualmente tocará encender la lucidez de muchas soledades. Tocará reducir la vida a un salto de rayuela o a una costra marrón, que podría ser la de un hijo mío  o la de un hijo nuestro. Tocará diluirse en nombres imponentes y en un saco de suspiros, tocará  engendrar el carácter de los cuerpos que me habitan. Tocará sentirse ajeno a los domingos y a los días festivos, para que nuestras propias deidades se arrodillen en el pecho de uno de esos cuerpos tranquilos, porque algo me dice que la sumisión será nuestro último recurso y sin embargo hace tiempo que logré emplearme en tu muerte. Hace tiempo que tengo un cielo entre mi pelo y mi cadera, donde pasa tiempo tu recuerdo, escondido, denso y sumiso, porque así es como me gusta a mí. 

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