Te advierto que una vez
por poco atropello tu recuerdo y muchas otras veces quise agredirlo lentamente.
Quise censurarte, yo que no tolero los tapones de boca. Que no me gusta que me
ataquen el desconsuelo cuando estoy silente. Que me arrugo cada vez que me
tropiezo con escalones flexibles. A veces me sorprende la facilidad con la
que describe su intimidad, porque una cosa son las habitaciones vacías y otra
muy distinta son los cuerpos que se habitan. Yo, en mi muy personal opinión,
creo que el futuro es un monstruo perfecto, una ligera capa que nos
divide de una eterna identidad, o de todo lo contrario. Eventualmente tocará
encender la lucidez de muchas soledades. Tocará reducir la vida a un salto de
rayuela o a una costra marrón, que podría ser la de un hijo mío o la de un hijo nuestro. Tocará diluirse en
nombres imponentes y en un saco de suspiros, tocará engendrar el carácter
de los cuerpos que me habitan. Tocará sentirse ajeno a los domingos y a los
días festivos, para que nuestras propias deidades se arrodillen en el pecho de
uno de esos cuerpos tranquilos, porque algo me dice que la sumisión será
nuestro último recurso y sin embargo hace tiempo que logré emplearme en tu
muerte. Hace tiempo que tengo un cielo entre mi pelo y mi cadera, donde pasa
tiempo tu recuerdo, escondido, denso y sumiso, porque así es como me gusta a
mí.
24.3.13
22.3.13
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