Exijo, por despecho y descontento, el retorno de las aves y los pasajes que han de concentrar la calma, que hacen al poema florecer. Las músicas de magia, que revierten el efecto de los espejos morales y se atreven a sonar muy alto. La potencia inmensurable del amorío risueño, que enviste al Dios sonoro y lo emborracha de placer.
Engordo las vocales que me quedan, porque soy de estas gentes que se suman al magullo, la simpleza y los dolores de un sentir muy solo, muy inmune. Estrujo los lazos febriles, que han sido adorno para los obrantes de hoy día. Estos niños trovadores que no han hecho más que enjuiciar y maltratar a la lengua de los abusados. Merecen, por sí solos, un par de cachetadas de vidrio granizado, a ver si aguantan las palmadas de lo que han dicho y la forma en que lo han hecho.
No me queda más que coger un trozo de papel, escribir mi reclamo y dedicarme a morir un par de veces; para que así se me tome en serio y logre quedar renuente mi edad hasta la fecha. Para que no se me subestime ni un poquito.
No me queda más que coger un trozo de papel, escribir mi reclamo y dedicarme a morir un par de veces; para que así se me tome en serio y logre quedar renuente mi edad hasta la fecha. Para que no se me subestime ni un poquito.